Fue como una explosión de alegría. Si Villa buscaba cariño ha venido al sitio adecuado. Un sitio donde el dolor hizo masa y la frustración hábito, No recuerdo nada semejante en el tiempo que llevo con este sentimiento metido en el cuerpo. La desesperación por pellizcar a Villa y demostrar que no era un sueño desbordó a los agentes de seguridad del Vicente Calderón, un poco toscos dicho sea de paso, y obligó a la intervención de los policías nacionales más preparados y acostumbrados hasta para contener la alegría. El personal, vestido de verano y rojiblanco., saltó los controles para arrimarse a Villa. Como si fuera un torero. Le querían sacar a hombros y todavía no ha dado ni un pase. Empujaban para arrancar los alamares a un traje de luces sin estrenar. Tiene Villa el aspecto de ser un hombre feliz. Viene de lo más alto. Desciende un par de peldaños para saborear un guiso más casero y agradecido. Como en aquella revolución lejana el Calderón ha tomado prestado un grito: ¡Qué viva Villa!
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Hacía más de diez años que el dibujo era plano. Desde hace tres y poco el electroencefalógrafo no deja de subir y pitar (pi-pi-pi-pi…: Agüero, Forlan, UEFA, Supercopa, Diego, Falcao, Simeone, UEFA, Supercopa, Champions, COPA…), y cada vez los picos son más altos. Desde fuera no se entiende, ni falta que hace, pero es que esto, lo de Villa, es sintomático: este pico es muy alto: después del barsa, el atleti. El atleti vuelve a ser tierra de acogida, no de emigrantes. Fuimos gallegos y hemos vuelto a ser alemanes (y argentinos, claro). Bienvenido, Guaje.
Juan Pablo, te estás adornado mucho últimamente. Pero ¿tú no eres de la radio? ¿Qué es eso de escribir de alamares, como si fueras Chaves Nogales? ¿Qué dejas para los que, torpemente, además, nos dedicamos a juntar palabras y nos creemos casi tan buenos escritores como Albert Camus, por lo menos? (Últimamente me ha dado por releerlo: ya sabes que jugó de portero y decía que todo lo que había aprendido del comportamiento de los hombres se lo debía al fútbol. Era una exageración, claro). Pero si que es verdad que el fútbol enseña algunas cosas. Por ejemplo, que Villa, efectivamente, tiene algo. No se exactamente qué. Lo que le pasa, sobre todo, es que es asturiano, como decía de sí mismo Torcuato Fernández Miranda, el guionista de la película «La Transición», dirigida por Juan Carlos de Borbón y con Adolfo Suárez en el papel de protagonista. Villa me recuerda la sidra: se desperdicia un montón cuando se escancia (es como cuando él tira a puerta desde cualquier posición), pero el líquido que entra en el vaso sabe a gloria. Fresco, amable, de paladar amplio, como dicen los catadores de la Ribera del Duero. Siguiendo la tradición de sus paisanos, Villa viene al Manzanares como los serenos de antes: con las llaves de la portería (contraria) para tranquilizar a la afición en las noches inciertas. A ver si es Pichichi en seguida.